LA RAFLE
(La Redada, The Roundup)
DE Roselyne Bosch
CON Jean Reno, Mélanie Laurent, Gad Elmaleh, Raphaëlle Agogué, Hugo Leverdez, Joseph Weismann, Olivier Cywie, Mathieu Di Concerto, Romain Di Concerto, Sylvie Testud, Anne Brochet, Roland Copé, Jean-Michel Noirey, Rebecca Marder, Adèle Exarchopoulos.
PAÍS Francia, Alemania, Hungría
AÑO 2010
Y así siempre es. La historia se quiebra en algún pedazo de dolor y sangre para recordarnos que el orgullo, el patriotismo y el absolutismo terminan por dejarnos desnudos y frágiles.
En una noche premeditada, y con alusiones mojadas a Bajofondo una previa de drama y dolor no podía llegar sino gracias al cine francés. Al excelso y bien trazado como La Redada. Una película tenue por tanto gris y desvivencias de la WWII, emotiva porque incluye niños, que son innatos a la felicidad y dura por raspar las fibras de mi corazón con una historia que para acabar bien tuvo que pasar por demasiados, gaseosos y fríos, sinsabores.
Amé a Raphaëlle, sus ojos son preciosos, tanto como los del pequeño Mathieu, Nono. Amé las torpezas de un ejercito diezmado por el poder apedreado al alma por la razón de sus semejantes. Amé el velódromo como eventual cuna de amigos, pero nada más eso. Amé el orgullo e intransigencia del respeto negado, del dolor no comprendido y de las ausencias futuras. Amé los que reflejaron la verdad y la realidad de la WWII. Odie todo lo demás evocable del film.
El cine independiente a veces no es un buen lugar para sonreír. Pero jamás dejará de ser un lugar donde aprender y encontrar refugio a las adversidades. Y si las imágenes te llegan primero al alma que a los ojos, películas como La Rafle, dibujaran alegrías futuras y sonrisas en los otros que recordaste, como el reencuentro con Gad y Jean Reno, o la reafirmación que las religiones, partidos políticos e idearios sociales no son la base de la sociedad, son la excusa para dividirnos y separarnos.
El fotograma mágico inicial es ese porque amo los carruseles, y fue el primer espacio de segregación por parte de los Nazis en París.
En una noche premeditada, y con alusiones mojadas a Bajofondo una previa de drama y dolor no podía llegar sino gracias al cine francés. Al excelso y bien trazado como La Redada. Una película tenue por tanto gris y desvivencias de la WWII, emotiva porque incluye niños, que son innatos a la felicidad y dura por raspar las fibras de mi corazón con una historia que para acabar bien tuvo que pasar por demasiados, gaseosos y fríos, sinsabores.
Amé a Raphaëlle, sus ojos son preciosos, tanto como los del pequeño Mathieu, Nono. Amé las torpezas de un ejercito diezmado por el poder apedreado al alma por la razón de sus semejantes. Amé el velódromo como eventual cuna de amigos, pero nada más eso. Amé el orgullo e intransigencia del respeto negado, del dolor no comprendido y de las ausencias futuras. Amé los que reflejaron la verdad y la realidad de la WWII. Odie todo lo demás evocable del film.
El cine independiente a veces no es un buen lugar para sonreír. Pero jamás dejará de ser un lugar donde aprender y encontrar refugio a las adversidades. Y si las imágenes te llegan primero al alma que a los ojos, películas como La Rafle, dibujaran alegrías futuras y sonrisas en los otros que recordaste, como el reencuentro con Gad y Jean Reno, o la reafirmación que las religiones, partidos políticos e idearios sociales no son la base de la sociedad, son la excusa para dividirnos y separarnos.
El fotograma mágico inicial es ese porque amo los carruseles, y fue el primer espacio de segregación por parte de los Nazis en París.
Y finalmente, un bonito fotograma, mi favorito. Inocencia y razón pura:
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